El último grito del petróleo

Los magnates del petróleo planean patrocinar el único espectáculo que parece que podría interesarles a las hordas humanos que ya no saben qué hacer para divertirse mientras que vacunados y enmascarados tratan de encontrar nuevas formas de llegar a fin de mes.

El fútbol, esa versión descafeinada y descremada del Coliseo Romano, ese pseudo combate que con una mano de barniz representa tímidamente los instintos más bajos de la especie, es la única esperanza que les queda.

Como son tantas las ofertas de persecuciones y tiros en Netflix, que los pobres telespectadores se sienten impotentes al darse cuenta de que por más que busquen no encuentran nada atractivo, este modesto simulacro de guerra en donde 22 muchachos corren de acá para allá tratando de llevar la pelota hasta la red contraria se presenta como una alternativa de entretenimiento relativamente fresca.

Si bien el fútbol, visto desapasionadamente, es siempre más o menos lo mismo, al aplicársele la idea de que los amaneceres, atardeceres y demás placeres naturales también lo son, no deja de cumplir con su función de darnos una excelente oportunidad de gritar por aquellos por los cuales simpatizamos, e insultar a los contrarios o al réferi.

Además, nos permite juzgar sin ningún fundamento y con total libertad a personas que ganan en un mes lo que nosotros podríamos llegar a ganar en una o dos vidas.  

Messi pecho frío, Neymar se la pasa en el piso, Ronaldo lo único que hace es mostrar los
abdominales... 

Lo que más te guste...

Pero volviendo a nuestro asunto, y al mío, que soy el que estoy desnudando mis opiniones más banales al tiempo que ejercito el arte del tecleo insensato, quiero decir ante esta audiencia invisible que funciona para mi inconsciente como una especie de confesionario cósmico, que cuando el PSG compró a Messi un poco me alegré.

A mi me gusta verlo jugar. Yo sé que es un vicio comparable a la pornografía, pero me gusta. 

Intelectualmente, entiendo que yo no tendría que ver los partidos para no ser cómplice de este engaño que nos mantiene a todos pensando en cuándo va a debutar mientras que como raza vamos camino a la extinción por ignorancia, negligencia y otras contingencias.

Cómo víctima de la inercia civilizatoria, el día que debute lo voy a ver.

Nunca me voy a comprar la camiseta, ni una gorra ni una corneta. Tampoco voy a pagar una entrada para verlos jugar, pero sé que de todas formas por el sólo hecho de mirar el partido soy cómplice de toda esta payasada criminal.

El hecho de que quieran comprar a Ronaldo ya me indignó. Es demasiado porno.

Quieren hacer una especie de Harlem Globettroters futbolístico.

Nota: para quienes no saben quiénes eran los Harlem Globettroters, aclaro que se trataba de un grupo de basquetbolistas que iban por el mundo mostrando sus habilidades frente a un equipo que se dedicaba a perder todos los partidos mientras ellos hacian todo tipo de malabares. Eran muy buenos, y eran divertidos. Como los chicos que hacían jueguitos para Coca Cola antes de los partidos. Pero, bueno, todo eso fue antes de que existiera la NBA y uno pudiera ver algo parecido en partidos de verdad.

Nos quieren dormir con cuentos de hadas.

Eso ya es triste, pero también es triste que yo creo que no les va a funcionar.

Si bien las entradas para el debut de Messi se agotaron y se están vendiendo camisetas a troche y moche, creo que en un mundo en donde hay que andar con barbijo y los glaciares se están derritiendo, en cualquier momento vamos a empezar a sentirnos estafados y el grito no va a ser de gol sino de hagamos algo para corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde. 

Este circo itinerante que aparentemente va a ganar todos los torneos y va a generar la impresión de ser un equipo de invencibles, pero todos sabemos que está financiado por petroleros.

Es como cuando vemos a dos rubias adolescentes haciendo el amor con un señor mayor que ni siquiera habla su propia lengua. Todos sospechamos que están trabajando. Son pocos los que creen que las chicas están enamoradas del señor porque es muy simpático o gentil.

Me declaro culpable por anticipado. Sé que mi huella de carbono va a crecer como la nariz de Pinocchio cuando vea el próximo partido del PSG, pero prometo que voy a tratar de compensarlo plantando árboles y buscando hacer todo lo que esté a mi alcance para crear una cultura regenerativa.

Es eso o cocinarnos al spiedo.  



Comentarios

Entradas populares