La iglesia revolucionaria de la libertad financiera

Mientras dormía, el párroco Giuseppe Ricci tuvo una revelación. 

Al despertar, y comprender la magnitud de lo que había vislumbrado en sueños, se sintió por un lado entusiasmado y por el otro aterrorizado. 

Si bien el nuevo conocimiento del que disponía podía ayudar a millones de personas a encarrilar sus vidas, era algo que iba en contra de una de las prácticas más redituables y tradicionales de su iglesia.

Antes de avanzar y comunicar la buena nueva al mundo, se preguntó si lo que había visto era producto de la canalización espontánea de la sabiduría amorosa de fuerzas celestes, o si era apenas un reflejo del intento de su propio inconsciente de conciliar dos de sus principales intereses: la religión y la economía.

Todos los que tenemos algún conocimiento de las prácticas de origen cristiano sabemos que el diezmo es recomendado por varias razones. En primera medida, para mantener la institución funcionando, en segunda, para promover su crecimiento, y en tercera, para que el fiel pueda practicar en un entorno protegido tanto la acción desinteresada como la generosidad.

Como el avance de la tecnología nos permite realizar muchas tareas online, y la pandemia casi nos obligó a estudiar, trabajar, psicoanalizarnos y hasta a practicar yoga y aprender a bailar a través de la pantalla de una computadora, Giuseppe Ricci pensó tres cosas:

1 - Ya que nuestra profesión se basa en la palabra, y la palabra es una de las cosas que más fácilmente se transmite online, no necesitamos edificios físicos para mantener nuestra institución funcionando. Basta con entender que nuestro cuerpo es el templo de la divinidad y listo.

2 - Si bien el boca a boca sigue siendo importante, no hay nada que una buena promoción en Internet no pueda lograr. Y si un video se vuelve viral, bueno, eso le daría a la iglesia posibilidades de crecimiento exponencial con las que unos siglos atrás no podría ni soñar sin pensar en el esfuerzo conjunto de miles de misionarios. Por eso, el diezmo ya no es necesario para promover el crecimiento de la Iglesia.

3 - Así como en los aviones dicen "en caso de descompresión, colóquese primero la máscara y después ayude a los otros". O sea, si usted no se salva, ¿cómo va a poder salvar a otro? La caridad bien entendida empieza por casa.

Uniendo estos razonamientos a lo que había visto con tanta claridad durante el sueño, entendió que su misión era crear una nueva línea de la iglesia, una línea revolucionaria, que ayudaría a las personas a alcanzar la independencia financiera y les posibilitaría de ese modo no sólo ayudarse y ayudar a sus familias sino a contribuir en la construcción de un mundo más próspero y abundante para todos.

El elemento clave sería el diezmo. La gran revolución era que ese diezmo no se daría a la iglesia, que funcionaría totalmente online, a través de servidores de uso público y gratuito, sino que sería colocado en una cuenta propia destinada a la compra de activos que le permitieran al individuo vivir de rentas para poder así destinar su tiempo a la adoración de la divinidad, el servicio a sus semejantes, y la práctica de hobbies, deportes o estudios complementarios. 

Imaginemos a un joven que comienza a trabajar a los 18 años y que adopta la costumbre de destinar un 10% de su salario a esta cuenta que podríamos llamar "Diezmo libertario". Si junto con esta costumbre estudia un poco de finanzas y desarrolla la inteligencia necesaria para invertir su dinero con sabiduría, al llegar a los 50 podría vivir de rentas incluso si su trabajo no fuera muy bien remunerado.

Los expertos en la materia insisten en que no es tanto lo que uno gana sino lo que uno hace con lo que gana.

Así es que el párroco Giuseppe Ricci, lleno de confianza y amor por la humanidad, compartió esta buena nueva a sus fieles en la misa del domingo y hasta agendó una entrevista en la RAI.

Lamentablemente, nunca llegó a darla porque fue atropellado por un camión de caudales mientras cruzaba la Via della Conciliazione.



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