¿A mi qué me importa?

A veces un cree que quiere tener un perro y en realidad lo que quiere es amar y ser amado. Esto es muy normal y puede ser aplicado a muchas de las cosas que nos pasan. Y digo que nos pasan porque la mayoría de las veces las cosas apenas nos pasan y nosotros las vemos pasar como si fueran autos de Fórmula Uno. Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. El Ansia, con David Bowie. Y así vamos, viendo la vida pasar. 

De repente llega un momento en el que uno se cansa de esa rutina en la que parece tener muy poca participación, y decide tomar el toro por las astas, hacer que las cosas pasen, en vez de verlas pasar. Entonces se dice "Tengo que hacer esto" o "Hay que...", pero inmediatamente se corrige, porque tiene un corrector incorporado no sabe ni por quién ni desde cuándo, y amorosamente se dice "Quiero hacer esto..." o "Puedo hacer esto otro". Esa es una forma de hablar mucho más libertadora. Copa Libertadores de América. America first. Etcétera. 

Me propongo desayunar apenas una manzana. Mi vecina me manda un mensaje de WhatsApp diciendo que le sobraron todo tipo de saladitos del cumpleaños de su hija. Me asegura que hay una buena porción de torta de chocolate que tiene mi nombre. Agrega que tiene la pava al fuego y me pregunta si quiero ir a desayunar con ella. Abandono mi plan de desayunar apenas una manzana. Me pregunto si es porque soy flexible y puedo adaptarme a las circunstancias o si lo que pasa es que me falta disciplina para cumplir con lo que me propongo. La primera alternativa me gusta más, porque me gusta verme como alguien capaz de adaptarse a las circunstancias y porque me gustan los saladitos, la torta de chocolate, la invitación y mi vecina. Es posible que después de desayunar me proponga darme un masaje y que terminemos haciendo el amor. Cuánto más lindo que desayunar apenas una manzana para tratar de mantenerme saludable. Por favor, Señor, inspírame para buscar el amor, o mejor dicho, para encontrarlo y disfrutarlo, y no para buscar la eternidad. Una eternidad sin amor sería una tortura muy difícil de soportar. 

Los pajaritos cantan. Mi vecino el de los problemas psicológicos se levanta y empieza a maldecir a todo el mundo. Escuchándolo atentamente me doy cuenta de que muchas veces se habla a si mismo y es a si mismo a quien están dirigidos esos insultos. Como si no fuera lo suficientemente bueno para amarse y tuviera que mejorar. El perro de la casa de enfrente gime y ladra. Está tremendamente aburrido. Me parece que en esa casa nadie le da bola. No sé para qué lo trajeron. Se ve que no es el caso de la gente que quiere un perro para ejercitar su capacidad de amar y ser amado. Esto es otra cosa.

Estoy recordando, estoy inventando. Estoy sentado. Una y otra vez la misma pregunta: ¿Quién soy? ¿Quién está sentado, recordando, inventando? ¿Soy el que se cayó de un pasamanos y se quebró el brazo y le pusieron un yeso y después cuando se lo sacaron sintió su brazo de niño muy liviano o soy el que pensaba comer una manzana para el desayuno y terminó haciendo el amor con su vecina? ¿O soy el que por medio de impulsos eléctricos misteriosos le ordena a esta estructura de huesos y carne que teclee estas palabras? 

¿Esto está pasando o soy yo que lo hago pasar?¿A mi que me importa?

¿A mi qué me importa?

Excelente pregunta.

Podemos dividirla en dos partes. La primera, la de siempre: mi. ¿Quién soy yo? La segunda, la novedad: ¿Qué me importa? ¿Qué es importante para lo que sea que yo sea?



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