El hilo conductor

Cuando uno lo piensa un poco, cualquier tema es bueno, porque en el fondo, por más que uno hable de amor, de cañerías, transporte público o recetas de cocina, siempre hay un hilo conductor que lo une todo y es más importante que las circunstancias.

Ejercitando la memoria, o dejando fluir el inconsciente, aparecen eventos pasados y los recordamos mejor o peor de acuerdo a la manera en que hayan sido almacenados en nuestro disco duro. Algunos tienen apenas una etiqueta, otros imágenes visuales, auditivas, táctiles u olfativas, otros están tan bien guardados que sentimos que podemos casi revivirlos cada vez que los evocamos.

El asunto es que todo lo que pasó, lo bueno, lo malo y lo neutro, está unido por este hilo conductor que algunos llaman la presencia "Yo Soy" y otros apenas "sho".

Este hilo conductor estaba presente cuando me cambiaban los pañales y está presente ahora mientras tecleo estas palabras.

La gran pregunta es si estaba presente antes de que yo naciera y si va a seguir presente después de que muera.

Y la pregunta del millón es si existe algo que se pueda llamar yo y si ese algo nació y va a morir o si es apenas una fantasía eléctrica animada en un grupo de neuronas que vaya uno a saber por qué se juntaron y están convencidas de ser más de lo que son.

Lo que nace, nace de algún lado. O sea, para que algo pueda nacer, tiene que haber algo que le de nacimiento.    

La semilla de mi padre, en el útero de mi madre, fue creciendo gracias a los ravioles y los jugos de naranja que tomaba mi madre, gracias al aire que respiraba, a la luz del sol, etc. Y esos ravioles y esos jugos de naranja tienen cada uno su historia, todo nació y se transformó para crear este conjunto de huesos y carnes que llamo mi cuerpo. 

Todo hace suponer que este cuerpo sigue ritmos muy parecidos al de mis semejantes. Fue un niño, ahora es un adulto, en algún momento se desintegrará y pasará a formar parte de otros sistemas.

¿Estaba yo presente cuando nací? Si no estaba presente ¿adónde estaba?

¿Cuándo nací? ¿Fue en el vientre de mi madre o cuando respiré por primera vez? ¿Fue antes, cuando nació el universo, o antes de que naciera el universo? ¿Quién soy? ¿Soy el hilo conductor o la evolución de aquel niño al que un día vistieron con un uniforme para llevarlo a su primer día de clases? ¿Soy también el pájaro que está cantando? ¿Podría escribir estas líneas si no existiera el sol? ¿Y qué sería de mi sin mis antepasados, esos que al principio gritaban uh uh uh y ahora están desarrollando inteligencia artificial y otras cosas que hace diez mil años ni se les hubieran imaginado?

¿Soy Dios o soy apenas el espacio entre un electrón y el núcleo de un átomo anónimo vagando por el cosmos sin destino ni propósito?

Bueno, sea lo que sea, por el momento parece que lo más sensato sería desayunar, bañarme e irme a trabajar, porque mientras voy tratando de encontrar la respuesta a estas interesantísimas preguntas en alguna computadora de la compañía eléctrica se está imprimiendo la boleta de la luz que a no ser que descubra que soy Dios y encuentre otra solución no me va a quedar más remedio que pagar. 



 


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