Hombres prevenidos

El Poeta sin Obra estaba recostado sobre una reposera azul en la orilla del lago Nahuel Huapi. 

La playa de Bahía Serena, en el km.12.200 de la Av. Bustillo, le había parecido siempre una especie de templo al aire libre. 

Así que ahí estaba él, como una especie de buda sudamericano en ojotas, con una sonrisa que demostraba que sus emociones estaban al día y los ojos cerrados como escuela de baile durante la pandemia.

Me acerqué despacio, para no interrumpirlo en su meditación, pero en cuanto escuchó mis pasos sobre las piedras, abrió los ojos y me dijo:

—Querido... qué alegría verlo... no voy a mentirle diciéndole que estaba pensando en usted porque lo quiero y lo respeto, y porque hace ya mucho tiempo que abandoné la costumbre de mentir en general. Aunque la mentira pueda a veces ser divertida o conveniente, a la larga se revela siempre como una pérdida de tiempo y suele hacer más daño que bien. Así que para privarnos de todos esos inconvenientes le voy a decir la verdad sin más trámites, aunque duela, para sacarnos eso de encima de una vez por todas y poder empezar a hablar de pavadas que es lo que más me gusta. Estaba, por un lado, no haciendo nada, como de costumbre, y por otro, escribiendo un poema radical, iridiscente y quinceañero, que me gusta tanto por su estructura como por su savoir faire.  

En cuanto dijo savoir faire, como si lo hubiera hipnotizado una lagartija cósmica, cerró los ojos y empezó a fingir que roncaba.

—Maestro, disculpe que le pregunte—, dije. —¿Está para hablar de pavadas o no? Si quiere me Retiro Tigre y charlamos en otro momento.

Abrió los ojos y dijo:

—¿En qué otro momento? ¿Usted verdaderamente cree que existe otro momento? Me extraña.. yo lo imaginaba un viajero estelar, un colonizador de harenes, un permacultor místico, y ahora me sale con eso... ¿De qué perverso rincón de la memoria extrae usted la idea de que existe otro momento? Si quiere, me paro y jugamos a la rayuela, o a verdad consecuencia, pero no me pida que sea ayer o mañana, tiene que ser ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde, demasiado temprano o demasiado demasiado, Alcoyana Alcoyana, Covre Covre, tiempo para papá y mamá, tiempo para los chicos. Ya que parece que quiere hablar del pasado, no sé si se acuerda de ese programa... Atrévase a Soñar... con Berugo Carámbula... qué maravilla...

—Bueno... veo que ya está en posición... si me permite, el tema de Atrévase a Soñar lo dejamos para otro día, porque lo que me gustaría saber AHORA es qué clase de poema estaba escribiendo si no tiene ni lápiz ni papel.

—Hombre de poca fe... la clase ya se la dije, se trata de un poema radical, iridiscente y quinceañero. Tal vez lo que a usted le llama la atención es que yo escriba sin lápiz y papel. A esta altura del partido, eso ya debería ser para usted tan conocido como la respiración o el instante presente. Toda creación tiene origen en la mente. Si quiere desayunar, primero piensa en poner agua en la pava y va y la pone, después en prender el fuego, y lo prende, y mientras el agua se va calentando piensa en poner la yerba en el mate, la pone, etcétera. Así con todo. Antes de bañarse, piensa en bañarse. ¿O usted cree que los rascacielos crecen como el pasto? No, señor. A alguien se le ocurrió la idea y poco a poco la fueron materializando. El pasto, bueno, eso es otro tema...

—Exacto... a eso voy... ¿Qué clase de poema puede estar escribiendo si el pasto crece por si mismo?

—El pasto crece por si mismo, pero si usted quiere tener un jardín que les de envidia a sus vecinos, lo tiene que cuidar. Lo que crece por si mismo es a veces maravilloso, pero otras un desastre. Por eso a mi me gusta planear cuidadosamente mis poemas y cuido de mis plantas como si fuera el creador del universo.

—Me imagino que no me va a dar ni un adelanto de ese poema, ¿no?

—Se imagina bien... ni yo lo tengo... estaba apenas en la fase preparatoria.. llamándome a silencio, para que el poema pudiera nacer con toda la fuerza y la elegancia que lo caracteriza...

—¿Cómo sabe que lo caracterizan la fuerza y la elegancia, si todavía no nació?

—Muy fácil... porque soy el padre, la madre y el tío segundo... por eso..

—Ah... contra ese tipo de conocimiento no puedo ni quiero discutir. Por dos razones, primero porque no tengo ganas y segundo porque hace tiempo que abandoné la costumbre de discutir por pavadas. Eso, aunque no lo crea, me ha traído muchos beneficios, tanto mentales como espirituales.

—¿Por qué no le iba a creer?

—¿Qué se yo? Usted a veces me sale con cada una...

—Tiene razón... mejor no confiar ni en uno mismo.. o confiar en el Todo, que es Uno, y no se va a engañar a si mismo...

—Ojalá... eso sería un desastre...

—Cambiando un poco de tema... ¿En esa mochila no tendrá por casualidad usted un termo con agua caliente, mate y yerba, no?

—Por casualidad, no. Tengo eso y más porque lo preparé con la misma dedicación con que usted estaba preparando su poema. Tengo facturas y sandwiches de miga.

—Usted es muy grande.

—Gracias.

—Hacen los monos.



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