La China Suarez, el salario universal y yo

Para celebrar mi cumpleaños me tomé un micro y vine hasta Caldas Novas. Es una ciudad conocida por sus aguas termales y por sus parques acuáticos que tienen atracciones para grandes y chicos. Como yo soy grande, pero me gusta divertirme como un chico, lo estoy pasando muy bien. Además, como soy un meditador compulsivo y creo que eso me da un plus que me permite ver las miserias del mundo con cierta perspectiva, puedo disfrutar sin culpa de este turismo banal que celebra la diversión por la diversión misma, que no tiene profundidad ni vocación de ir más allá de la alegría que puede provocarle a alguien tirarse por un tobogán de agua.

Después de escribir el párrafo anterior sentí la necesidad de hacer pis. Como no me gusta ni necesito reprimirla me dirigí al baño sin tomar la precaución de sacarme los anteojos. Para mi sorpresa me encontré con ese hombre que conozco, pero trato de ignorar. Ese hombre que tiene canas. 

Ahí me di cuenta de que por más que en vez de venir a este Disney termal del tercer mundo hubiera ido a esquiar a Aspen, o a dar una vuelta a la tierra en un taxi espacial, el problema de fondo sería el mismo. Tal vez el estímulo intelectual hubiera sido mayor, pero no creo que eso me hubiera quitado las canas ni todo lo que implican.

Por eso creo que tomé una buena decisión. Esto es tan ridículo como cualquier otra cosa. 

Del supuesto romance entre Mauro Icardi y la China Suarez, con la consecuente reacción de Wanda Nara, mejor ni hablar. Eso seguro que es más ridículo que yo tirándome en todos los toboganes de agua que esta ciudad tiene para ofrecer. Con esto no quiero decir que sus pequeñas intrigas internacionales no sean para ellos tan graves como la deforestación o la pobreza, sino que al poder juzgarlas desde el ángulo privilegiado que me ofrece esta reposera, desde la cual simultáneamente puedo ver y escuchar una clase de acuagym, siento que los detalles de sus desencuentros se parecen mucho a los movimientos que la profesora les está sugiriendo a la enorme cantidad de turistas que por alguna misteriosa razón, al igual que yo, pueden estar en este paraíso termal un miércoles de octubre a las 10 de la mañana.

Vamos a bailar el baile del pimpollo. La mano en la cabeza es el pimpollo.

Así que vamos a dejar tranquilos a estos argentinos que nos permiten disfrutar de un aire internacional a la hora de adentrarnos en el fascinante universo de la farándula, y vamos a enfocar nuestra lupa en temas mucho más importantes: mis canas y el Papa Francisco.

Bueno, como te decía que de mis canas no quiero hablar, vamos directo al asunto del Papa.

Parece que el domingo pasado se mandó un discurso bastante combativo del que quiero destacar dos puntos: la sugerencia de la reducción del horario laboral y el establecimiento de un salario universal.

Son dos temas que me encantan. Primero, porque no soy un devoto del trabajo, principalmente cuando uno tiene que realizarlo para ganar dinero, y segundo, porque me encanta la idea de un salario universal que le permita a la gente creer en la posibilidad de que con ser es suficiente, que no es necesario hacer para ganarse la vida. Qué lindo concepto!

Hay un escrito que intenta convencernos de que somos todos vencedores y uno de los argumentos que esgrime es que ya como espermatozoides, cuando todavía no sabíamos ni hablar ni escribir, tuvimos un gran éxito: fecundar el óvulo de nuestra madre. Y así por delante. Me encanta. No precisamos ser ingenieros, o Messi, para merecer casa y comida en este mundo. Con esos logros ya basta. 

Además, cuando uno piensa que lo mejor de Buda vino cuando se fue del palacio, el salario universal es como sacarse la Lotería. Sin el apuro por tener que ganar dinero para pagar el alquiler y la comida uno puede dedicarse tranquilamente a la vida espiritual, o a hacer cualquier otra cosa que le interese, o mismo a no hacer nada.

Wanda Nara publicó uno de esos mensajes para entendidos: "otra familia que te cargaste por zorra".

Ahora parece que no se cargó nada y que esta novela no duró ni dos capítulos. Se tomaron un par de aviones, se pidieron perdón, y está todo como cuando empezamos.

Lo que rescato es que la China Suarez es zorra. Me encanta. Es una hermosa mujer. Y zorra. O por lo menos eso insinuó Wanda.

Claro, yo con canas y sin salario universal tengo muy pocas posibilidades de disfrutar de su zorrez, pero,
bueno, la sola idea de pensar en la posibilidad de hacerlo ya me entusiasma.

Las piletas de aguas termales acá están abiertas 24hs. 

Ahora me voy a bañar un rato, voy a cenar en el restaurante del hotel, me voy a bañar otro rato, me veré una película y mañana será otro día.

Acabo de cumplir 56 años.

Si bien mi obra es menos conocida, en años ya tengo dos más que la edad de Jim Morrison y Janis Joplin juntos.

Comentarios

Entradas populares