Los Negadores Compulsivos
En su imaginación, siguiendo las enseñanzas de algunos famosos maestros de la India, comenzaron por negar todo aquello que consideraban no ser.
Les costó negar que eran su cuerpo, pero como al comienzo eran bastante disciplinados lo hicieron. Después, negaron que eran su mente y sus emociones. Hasta ahí iban relativamente bien. Los problemas comenzaron cuando empezaron a negar a sus semejantes, los trenes o la propiedad privada.
Como se imaginará quien lee, esta política de negación extrema les trajo infinidad de problemas en un mundo que se basa en la confirmación grupal más o menos constante de los acuerdos comunes.
Sus parejas los abandonaron, fueron expulsados de todos los clubes a los cuales pertenecían, algunos fueron incluso asesinados y, como estaban dispuestos a llevar su convicción hasta el final, sus últimas palabras fueron "yo no soy este asesino, ni este asesinato ni este cuerpo que mue...".
Siguiendo su propia lógica, se reunían cada vez menos, y en las reuniones no hablaban, no comían ni se miraban a los ojos.
El colapso total de la organización era inminente. Ya nadie creía ni en su propia sombra.
El destino, Dios, la naturaleza, o como quieras llamarlo, quiso que uno de ellos, en una apacible tarde de primavera, tomara la palabra y se dirigiera a sus compañeros y compañeras de la siguiente manera:
"Queridas y queridos... les ruego por favor que no crean que he renunciado a nuestro ideales y que es por eso que me atrevo a creer que la organización de este aparente discurso que ahora estoy pronunciando me parece más real que el silencio en el que tampoco creo. No. No soy un cipayo, no soy un vendedor ambulante, y no soy ni yo ni las palabras que ahora salen de mi boca. Tampoco soy miembro de este club, que no existe, ni me estoy dirigiendo a ustedes que desde mi punto de vista son apenas reflejos de la consciencia eterna de cuya existencia también dudaría si creyera que la duda existe"...
La platea estaba alborotada. Naturalmente, nadie se movía ni decía nada, nadie se atrevía a estar de acuerdo o a manifestarse en contra. No creían ni en el coraje, ni en el movimiento, ni en la nada."En mi meditación —continuó el orador—, práctica en la que no creo, pero que se realiza por si misma como
fruto de mi empecinada conducta de negar todo lo que parece existir, tuve un vislumbre, del cual dudé inmediatamente, pero que siento que tengo que compartir con ustedes porque ya no me queda nadie con quien compartir ni los vislumbres ni las cosas que todavía creo tener o percibir. El asunto es que se me ocurrió que en vez de seguir negándolo todo, como venimos haciendo hasta ahora con resultados desastrosos, podríamos empezar a crear de manera activa un mundo más armónico, fraterno y abundante. A nuestro antojo. Si ya por medio de nuestra práctica establecimos que no somos nada que podamos percibir, sino que somos esa consciencia indescriptible y sin atributos que es el origen y el testigo de todo lo que pasa, si es que somos algo y algo pasa, ¿Por qué no aceptar de una vez por todas que somos Dios y crear un nuevo mundo?"
Una chica que estaba sentada mirándose las uñas se puso de pie y dijo:
"Sí, che, paremos con esto que no da para más. No sé ustedes, pero yo la estoy pasando para la mierda. Tenemos que encontrar un equilibrio. Está bien, yo acepto que no tengo novio, y que los novios no existen, y que ni los ríos ni los barcos existen, pero si tengo la suerte de conseguir un novio que tenga un barco y me invita a pasear por el Río de la Plata ¿Por qué le diría que no?"
Ahí se armó un acalorado debate cuya transcripción detallada transformaría este pequeño opúsculo en un tratado interminable.
Basta decir que a partir de ese día Los Negadores Compulsivos pasaron a llamarse Los Utopistas Fantásticos y en sus reuniones sólo hablaban de cosas maravillosas y describían gestos y civilizaciones maravillosas en donde todo era perfecto y bello.
El nombre Esos Locos Drogadictos que se Juntan en la Esquina no nació en el propio grupo sino que fue creado por un grupo de vecinos que no soportan los cantos y las risas que a todo volumen se irradian cada vez que los Utopistas Fantásticos se juntan para imaginar nuevos universos en donde no existen ni la caries ni ninguno de los otros flagelos que dificultan la existencia.
Comentarios
Publicar un comentario