La biblioteca de Alejandría

Uno de los mitos urbanos que circula entre aquellos que se interesan por lo menos un poco por la historia de la humanidad es que la biblioteca de Alejandría se quemó y que en ese incendio se perdieron conocimientos de un valor incalculable.

Ahora, leyendo un artículo al respecto, me entero de que no se incendió sino que fue decayendo poco a poco, tal vez por falta de presupuesto para mantener a los bibliotecarios, tal vez porque ya a la gente no le interesaba tanto visitarla y no tenía sentido mantenerla abierta.

El asunto es que los que fuimos influenciados por la teoría del incendio nos vimos de alguna manera llevados a pensar que en esa época existía un conocimiento importantísimo que ahora no existe y que con ese incendio perdimos algo que es imposible recuperar, pero que era de alguna forma esencial para nuestro bienestar .

Algo similar pasa con los iniciadores de las grandes religiones. 

Parece que únicos seres espirituales que existieron en nuestro planeta estuvieron vivos hace por lo menos dos mil años, y que ahora no hay nadie sobre la Tierra que tenga un entendimiento similar al que tuvieron Cristo, Buda o Mahoma.

En esta nublada mañana de lunes en Brasilia, me hago las siguientes preguntas:

1 - ¿Cómo puede ser que una biblioteca tuviera hace más de dos mil años los únicos registros de un conocimiento tan maravilloso y que, por el sólo hecho de haberse incendiado, ese conocimiento se haya vuelto de repente inaccesible para nosotros que hoy disponemos de muchos más recursos para investigar, almacenar y compartir información? 

2 - ¿Cómo puede ser que Cristo, Buda y Mahoma, supieran tanto de la naturaleza humana, y de la divinidad, que hicieran milagros y dejaran un legado que todavía hoy sigue siendo referente de sabiduría, y hoy no haya nadie capaz de hacer cosas semejantes y ser reconocido por ellas?

Son preguntas retóricas. No las voy a responder.

Cambiando un poco el ángulo de la información, pero siguiendo más o menos en la misma línea, te cuento que ayer me enteré de que Walt Disney no está congelado. 

Parece que lo cremaron ni bien murió.

No sé de dónde salió la leyenda de que lo habían congelado para revivirlo cuando fuera posible curar la enfermedad que hizo que su cuerpo dejara de ser un receptáculo capaz de albergar su espíritu, pero lo que sí sé es que yo la había escuchado y aunque me parecía un poco ridícula la creía.

Lo que te quiero decir es: ¿cuántas de estas ilusiones estaremos aceptando como verdades universales?

Yo no quiero volver atrás y recuperar la biblioteca de Alejandría. 

Lo que quiero es saber cómo utilizar mejor la gran cantidad de conocimiento que hoy está disponible en Internet —y que me imagino que además de estar menos expuesto a incendios debe ser bastante mayor—, para mejorar mi vida y la de mis semejantes.

No quiero la vuelta de Cristo, para verlo multiplicar panes y peces. Yo ya me acostumbré a la cocina gourmet. No quiero verlo caminar sobre las aguas. Para eso ya lo tenemos a David Coperfield. No quiero verlo curar leprosos. Ahora hay vacunas y hospitales. 

Lo que quiero es ser como Cristo, o como su padre que está en el cielo. Hacer mis propios milagros. No te digo crear un universo porque es algo que me parece un poco exagerado. A mi me gustan los espacios vacíos, pero me parece que en ese aspecto a Dios se le fue un poco la mano. Tanto vacío ¿para qué?

Y la verdad, la verdad... la verdad es que no quiero ser como Cristo... estoy bien siendo quien soy... lo que sí me parece es que me estoy enamorando de una bibliotecaria que conocí hace sólo quince días.

Sería la segunda vez que me pasa.

Lo de que sea una bibliotecaria.

Lo de enamorarme ya me pasó más veces.



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