Lucifer

En una galaxia lejana, de cuyo nombre no quiero acordarme, existía un ser que —si lo fuéramos a comparar con los estándares de clasificación de nuestro mundo conocido— tenía algo de ser humano y varias características de lo que nosotros llamamos animales salvajes.

Este ser, al igual que nosotros, no sabía ni de dónde venía, ni hacia donde iba. No sabía por qué estaba ahí, ni por qué estaban en donde estaban las estrellas y los demás cuerpos celestes que conseguía ver muy bien con sus ojos de velociraptor. 

Lo que sí sabía es que de vez en cuando le molestaba la parte media de su cuerpo y entonces decía "comida" y aparecía ante sus garras algo que podía meterse en la boca para calmar la incomodidad que sentía. 

Si el pelo le crecía mucho, decía "fuera pelo", y ya estaba como si hubiera salido recién de la peluquería.

Como no tenía mucha imaginación, tal vez por falta de opciones, tal vez por falta de conocimiento, lo único que se le ocurría era comer y cortarse el pelo.

Un día sintió una inquietud en la parte baja, una erección. Se tocó para tratar de comprender qué le pasaba y vio que era bueno. Entonces, empezó a tocarse como loco y vio que de esa manera podía aliviar la tensión que sentía, incluso mejor que si hubiera comido un sandwich de milanesa.

Pasó un tiempo comiendo, cortándose el pelo y tocándose, hasta que un día, vaya uno a saber por qué, dijo "muñequitos". 

Ahí aparecieron ante sus ojos de anguila dos seres pequeños. Lo primero que hizo fue hacerlos más grandes, porque sus ojos de estanque no le alcanzaban para deliciarse con la maravilla que había creado. 

Al principicio, los movía él. Después, se le ocurrió soplarles un poco de su aire en los pulmones y vio que se movían solos durante el equivalente a 70 u 80 años terrestres. 

Después quiso que tuvieran hijos, para reírse un poco, y creó dos más, parecidos, pero mujer. Los estimuló para relacionarse en un mundo en donde no se sabía ni qué eran los prejuicios. De tanto probar, terminaron por reproducirse.

Después de ver esas maravillas, y fabricarles un planetita con agua, plantas y todo lo que pudieran necesitar para vivir como se les cantara el orto, se dio cuenta de que estaba dando mucho, pero recibiendo poco.

Se redujo en tamaño, fabricó algunos instrumentos musicales para llamar la atención de sus ahora semejantes, y se hizo pasar por uno de ellos para poder participar de esa fiesta constante en la que todos le daban rienda suelta a sus impulsos sin pensar en el mañana ni el qué dirán.

Además, como decía "comida" y aparecía un banquete para todos, y decía "corte de pelo" y todo el mundo tenía el pelo corto, era el alma de la fiesta. Hacía el amor hasta que se le paspaba la matraca.

Pero así como ocurre con la mayoría de las cosas de este mundo, empezó a cansarse, no porque se volviera viejo o cosas así, sino por el puro desgaste natural de las percepciones. Empezó a crear problemas para ver si se divertía un poco. Decía "tal se pelea con tal, tal otro no quiere hacer el amor con tal", y se armaban unas batallas campales en donde la gente se peleaba y nacían los celos y todas las emociones destructivas que se nos puedan ocurrir. No contento con esto, decía, "tal mata a tal", y en un abrir y cerrar de ojos le quedaba la mitad de los muñequitos. 

Pronto se dio cuenta de que eso también lo aburría.

Dijo, "compañera" y apareció una mujer mitad mujer y mitad transatlántico. Le sacó la parte de transatlántico —porque no le veía utilidad— y la hizo una mujer hermosa.

Vivieron muchos años, creando cosas y apareándose hasta el cansancio, comiendo y cortándose el pelo.

Hasta que un día, por esas cosas que tiene el universo, se le ocurrió crear un espejo. En cuanto se vio, pensó que era hermoso, pero pasado un tiempo también se cansó y se le ocurrió una idea genial:

Dijo: "Creador".

Para su sorpresa, no pasó nada.

Tenía comida, muñequitos, compañera, cortes de pelo, espejos, y todo lo que quisiera, pero no tenía un origen, alguien que le pudiera decir "quedate tranqui que va a estar todo bien".

En ese momento, se puso un poco nervioso.

Su compañera —que lo veía venir a dos galaxias de distancia— le dijo: "Ponele un nombre, amor".

—¿ Cómo un nombre?

Sí, un nombre... algo para llamarlo... es el Creador!!

No se me ocurre nada..., dijo él.

—¿Qué te parece Dios?—, dijo ella.

—Bueno, dale..

Y ahí lo llamó y apareció Dios y se hizo responsable por todo.

A partir de ahí, las cosas no mejoraron mucho, pero bueno, ¿qué le vamos a hacer?

Así son las cosas del Diablo.




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