Rinoceronte

María Laura abrió los ojos y se sintió aliviada al recordarse a si misma. 

Había estado soñando cosas horribles. 

Si bien su vida no era tan perfecta como le gustaría que fuera, vivir en una casa con jardín, tener un marido, un perro, dos hijos sanos, y cantar en el coro de su barrio, era mucho mejor que verse presa en las escenas espantosas que le ofrecían sus pesadillas.

"La realidad es cuando una está despierta", se dijo a si misma para darse ánimo y juntar las fuerzas necesarias para salir de la cama rumbo a sus pequeñas rutinas cotidianas.

En ese momento, ni ella ni nadie podría haber imaginado que un pedrusco estelar del tamaño de un automóvil de porte mediano se dirigía directamente hacia su cocina y media hora después la destruiría por completo en el exacto momento en el que ella, ya bastante más feliz que cuando estaba soñando, sumergía esperanzada una medialuna en el cappuccino que se acababa de preparar.

Y así, por delante y por detrás, la cadena de eventos que vinieron antes, y los que vinieron después, y aquellos de los que supimos algo, y aquellos —mayoría abrumadora— de los que nunca nos enteramos ni de que hubieran sucedido.

Pensemos por un instante en la cantidad de elefantes, de árboles y de chinos, por ejemplo, de los cuales no sabemos absolutamente nada.

Y no tenemos que ir tan lejos: sabemos muy poco de la mayoría de nuestros vecinos. 

Y no quiero afirmar que es muy posible que sepamos muy poco de nuestras parejas, y de nosotros mismos, para que no pienses que tengo una visión negativa de esta experiencia fascinante en la que estamos inmersos y tenemos nuestro ser.

Es temprano. Todavía no son las 22hs, pero ya se me cierran los ojos.

Por un lado, quisiera escribir una gran novela, una que tenga un lugar privilegiado en la historia de la literatura universal, pero me parece que no sé cómo hacerlo, porque todo me hace suponer que si supiera cómo se hace ya lo hubiera hecho hace rato.

Por otro, estoy tan cansado que no tengo suficiente entusiasmo ni como para entusiasmarme ante la posibilidad de escribirla, llegar a millones de lectores, alegrar sus vidas, dar entrevistas en la televisión, ganar premios, ser famoso, enriquecerme, bañarme en un jacuzzi con dos adolescentes suecas (mayores de 18, claro), etc.

Creo que lo mejor que puedo hacer es irme a dormir.

Mañana será otro día.

PS: Si es que no me pasa como a María Laura, claro, y un meteorito acaba con mi punto de vista sin que yo me de cuenta porque estoy dormido como un rinoceronte.    


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