Intrigas en la Corte

En una tarde apacible de primavera en la que no había ni viento ni pájaros que cantaran, la Sota le trajo a la Reina de Espadas una noticia que en cualquier otro reino hubiera causado un escándalo: el Rey tenía una amante, y no era ni más ni menos que La Justicia.

La Reina dejó la taza de té de jazmín que estaba tomando sobre el plato que descansaba con la tranquilidad que caracteriza a la porcelana sobre la larguísima mesa en la que acostumbraba cenar con su marido, se secó los labios con una servilleta de seda, miró por la ventana y preguntó:

—¿Qué te ha llevado a creer eso, querida?

—Lo vi con mis propios ojos—, respondió la Sota.

—¿Hablamos de un acto carnal completo o de un coqueteo propio de un hombre inseguro como es mi marido?

—Los vi besándose en el bosque—, dijo la Sota.

—Besándose en el bosque... se ve que no mejoró mucho... es lo mismo que hizo conmigo... fingir un interés botánico para tratar de despertar sentimientos ancestrales... a mi también me besó en el bosque... no creo que debamos preocuparnos... si soportamos tantos años de aburrimiento juntos, no veo por qué nacería en él ahora una pasión capaz de alejarlo de los confines del palacio... y mucho menos por esa bruja... ¿Qué tiene ella que yo no tenga?

—Nada, su Majestad, nada. Usted se viste mejor y tiene una espada que es diez veces mejor que la de ella... todo los suyo es mejor... no sé qué le habrá visto... 

—Debe ser esa cosa de viejo verde que todos los hombres tienen adentro.. como ella se viste rojo y tiene unos años menos que yo, capaz le despertó alguna fantasía... pero yo creo que no tenemos que preocuparnos... 

—Lo que usted diga, Su Majestad, pero no se asuste si vuelve medio despeinado porque lo que vi no fue un piquito... se estaban comiendo la boca...

—Vos confiá en mi que a este parlanchín lo conozco como si lo hubiera parido... esto no pasa de una canita al aire... y yo no puedo decir que alguna vez no me haya tirado alguna...

—¿En serio, Su Majestad?—, preguntó la Sota.

—¿A vos te parece que el Caballero de Bastos venía para traer mensajes nomás? Ese sí que me hizo dudar... pero acá me ves... cumpliendo con mi deber... como le corresponde a una Reina...

***

A mi no me gusta ni la idea del Metaverso. Estoy seguro que debe ser más divertido masturbarte viendo a tus modelos favoritas con anteojos de realidad aumentada, mientras colocás lo tuyo en una muñeca de silicona de última generación debidamente lubricada, escuchando a las mejores actrices del cine adulto diciéndote en la oreja "Oh, My God, Oh, My God, it's so BIG, I'm gonna come, I'm gonna come...", que esconderte en el baño con un viejo ejemplar de la revista Playboy, pero eso no me parece razón suficiente como para crear universos tan parecidos al nuestro que te den muy poco lugar para elegir tu propia aventura.

Yo creo que esta foto que cierra este artículo tendría que provocar en tu mente una estampida de ratones.

Sí, ya sé, no me digás, ahora la gente no se hace los ratones, ni escucha cassetes ni va a la discoteca.

Hasta yo me modernicé. El otro día, para seducir a una chica, le dije que me definía como sapiosexual, y que en general me sentía medio afeminado, pero que me veía obligado a confesar que viéndola se agitaban en mi algunas tendencias heterosexuales irrefrenables... 

Cuando lo entendió, le pareció simpático y terminamos revolcándonos como adolescentes.

Hay que rebuscárselas.

Para que no me acusen de antiguo, la apasionante historia de la Corte de Bastos te la dejo en modo gráfico.

Ahora me voy a bañar, que hoy toca Natiruts en el Parque de la Ciudad, y eso no lo voy a ver con mi avatar, lo voy a ver con este cuerpo físico con el que como ravioles y ensaladas de frutas.


Esto es sexy!

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