Huérfanos

Sabiéndose rechazados, excluídos, abandonados, masticando su dolor con los dientes más o menos duros, con los ojos más o menos cerrados, los niños cumplían con los rituales inevitables rebelándose en su imaginación con actos más o menos demostrativos de su descontento y su dolor.

Eran niños y eran huérfanos.

¿Qué otra cosa podían hacer?

La presión acumulada en el interior de un ser humano cuando las emociones no fluyen por sus canales naturales de expresión puede manifestarse de forma indirecta, o justificarse, reprimirse o simplemente negarse. 

Tal vez haya otras posibilidades, pero no vamos a analizarlas todas porque para muestra basta un botón y acá no estamos escribiendo un tratado científico de lo que le pasa a la gente que reprime sus emociones. 

Estamos viendo lo que nos pasa a vos y a mi, personas que hace treinta o cuarenta años que no lloramos.

Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

El llanto es ilógico, no tiene más justificación que expresar un dolor por algo que nos parece injusto, independientemente de los méritos que pueda o no tener nuestra causa.

Puedo llorar porque me pegaron, porque no me dejaron ir al campamento, porque no me compraron la pelota, porque otros tienen algo que yo quiero, o por cualquier otra causa. Lo más importante es que a mi no me importa la realidad, me importa que me siento mal y tengo ganas de llorar.

Si consigo llorar como un niño, independientemente de que consiga resolver el problema o no, por lo menos me desahogo un poco. Eso es una de las cosas lindas del llanto auténtico y sincero. Como todas las cosas, en algún momento se acaba. Y cuando se acaba uno dice "bueno, ya lloré todo lo que tenía para llorar. Ahora sería prudente comer una pizza o distraerme un poco. Ya llorar no puedo más".

Es como que uno tiene esa sensación de deber cumplido. Ahora no me queda otra que enfocarme en el otro polo.

Cuando el dolor es muy grande, o por lo menos nos parece muy grande, lloramos, descansamos de llorar, y volvemos a llorar. Si no hay alguien que nos ayude a romper ese círculo vicioso, y por alguna razón podemos mantenerlo, quiero decir, no tenemos que ir a trabajar llorando, o podemos trabajar llorando sin que nadie se de cuenta, ese llanto puede convertirse en un hábito tanto o más nocivo que cualquier otro hábito nocivo.

El huerfanismo puede presentarse incluso mientras los padres de uno todavía están vivos y, en los casos más difíciles, incluso mientras que tratan en la medida de sus posibilidades de tratarnos bien. 

Es un punto de vista, un estado del ser.

Si uno tuviera la capacidad de alegrarse como un perro, el más mínimo gesto de cariño o atención sería motivo suficiente para ponerse a saltar o realizar cualquier acción que demostrara una alegría similar a la que imaginamos que siente un perro cuando mueve la cola o empieza a correr de acá para allá porque no puede soportar tanta adrenalina en su torrente sanguíneo sin gastarla.

Al que le sobra, al que confía, no le importa derrochar.

Sólo el mezquino, el temeroso, guarda para mañana. 

Y esto no quiere decir que uno no pueda ser un poco prevenido, pero tiene que serlo sin olvidarse que mañana nunca llega, o que hoy es el mañana de ayer.

Tenemos que ser totales hoy. En la respiración, en la comida, en el amor. Si queremos ahorrar, podemos ahorrar dinero, pero con el resto tenemos que ser unos derrochones. Lo importante no podemos guardarlo en una caja. Tenemos que gastarlo como si no hubiera un mañana (lo que ya está recontra probado por innumerables estudios de las más reconocidas universidades norteamericanas)(me refiero al hecho de que mañana no existe)(¿O alguien alguna vez lo vio a mañana?).

Cuando mañana se presente, no le va a quedar otra que hacerlo como hoy. Vos podés llamarlo Juan Carlos, Cornalito, o María Antonieta, pero cuando llegue se va a llamar HOY.

Algunos huérfanos tejen y destejen, otros repiten sus gracias como payasos de circo, con la esperanza de avanzar en el tiempo, otros se creen creativos y se dicen a sí mismos que hoy fue especial, que fue distinto que ayer (ese fantasma que tampoco existe, pero puede dificultarnos la vida tanto como su pariente mañana).

Es verdad, no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, pero para entenderlo sin entenderlo, para vivenciarlo en toda su plenitud instantánea, para poder bañarnos aunque sea una vez, tenemos que entregarnos a la experiencia con la inocencia de un niño pequeño.

Por eso debe ser que Jesús, que estoy seguro de que sabía todo esto y tal vez un poco más, decía que sólo entrarán al reino de los cielos aquellos que sean "como niños pequeños".

O dicen que decía, ¿yo qué sé? 

Además, si lo dijo o no lo dijo, no importa, es verdad.

Cuando por h o por b dejamos de "pensar" la vida y nos bañamos en el instante sin preocuparnos por nada, ahí es cuando después decimos "lo pasamos re bien" o alguna otra expresión similar.

Con esto no quiero decir que una forma de vivir sea mejor que otra, quiero decir que se siente mejor, que saberse parte de un sistema de apoyo tiene un innegable efecto positivo sobre el estado de ánimo de cualquiera, llámese a este sistema, familia, amigos, Dios o Existencia.



 

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