La muerte de un mono


Mientras volvía a mi casa después de un paseo por la naturaleza en estado Alfa vi un monito agarrándose al cordón de la vereda. No lo fotografié por respeto al momento. Hubiera jurado que se estaba muriendo. Me senté a un metro y medio de distancia y cruzamos algunas miradas de asombro, yo porque parecía que él se estaba muriendo y porque me di cuenta que de alguna manera yo también me estoy muriendo, y él vaya uno a saber por qué.

Ya el día había empezado extraño. 

Cuando fui a dejar la basura en la casa de mi vecina, porque la mía no tiene un lugar apropiado y destinado especialmente para que los basureros la recojan sin sentirse disgustados por la falta de infraestructura, vi que en la reja que tiene al frente para protegerse de invasores no deseados, había un monito. Ese sí lo filmé porque me pareció raro y yo también tengo mi lado instagramable y pensé que esa escena podría hacer a whole lot of a video, que es una expresión que no sé si está bien en inglés, pero ahora me parece que cabe justo para decir un muy buen video.


Capturé ese video, hice esa toma, dejé la basura y empecé a caminar. 

Iba mirando losárbole lacalle pou etcétera cuando redepente me di cuenta de que si quería ir al lago había shegado el momento de doblar.

Le encaro al lago y no me encuentro una lechuza? 

Para decir algo a mi favor, digamos que la disfruté unos segundos. Después pensé hoy es el día de losanimale y la tengo que filmar. Sí, sho también puedo ser muy pelotudo.

En cuanto le apunté con el teléfono salió disparada como diciendo cómo se te ocurre.


Seguí. Ahí apareció una lagartija y algunos pajaritos. Común, pensé sho en mi inorancia, no merece foto. Qué pelotudo.

Di los pasos apropiados y llegué hasta la costa. Ahí le entre a dar por la beiramar, o la beira do lago, porque en mi caso es de lago y no de mar. 

Caminé y caminé, maravillándome con la forma de las plantas, con el aire puro, etcétera, hasta que llegué a un lugar en el que me salieron al cruce dos perros enormes. Como graciadió los vi venir de lejos empecé a volver sobre mis pasos y ellos dieron por cumplida su misión e hicieron lo mismo, volvieron sobre sus pasos. 

Cuando volvía vi algo fantástico: una capivara. Por las dudas que no sepas lo que es te lo ilustro con una foto de archivo. Es como una rata gigante. A esta tampoco la filmé, ya por respeto a la realidad en general. Me senté a unos 6 metros. Cuando vio que yo no representaba una amenaza, se restregó contra unos arbustos, comió algo y desapareció de mi vista atrás de una pequeña lomada. Yo me quedé quietito escuchando una sinfonía de Beethoven. En el teléfono tengo las 9. 

Nota: Ahora estoy escuchando a Miles Davis. Bitches Brew. Aleluya!

Ahí estaba yo escuchando a Ludwig cuando reapareció la capivara. Me caminó enfrente con paso tranquilo, al ritmo de la música, como diciendo qué te parece. 

Yo me sentía en un documental de National Geographic. 

Al ratito escuché un señor hablando por teléfono y me di cuenta de que había llegado el momento de retirarme. 

Emprendí el lento regreso al hogar. 

Cuando faltaban unos 70 metros, justo enfrente de donde vive la vecina que conozco y en donde dejo la basura, lo vi al monito en cuestión, el que parecía que se estaba muriendo.

Filosofamos juntos unos veinte minutos, compartiendo de vez en cuando una mirada de asombro, de pena, hasta que de repente lo vi que se animaba un poco, como si apenas se estuviera recuperando de un golpe. Pensé que estaba medio atontado, como cuando los pájaros se estampan contra un vidrio y no mueren, pero quedan en estado de yo (shock).

Ahí justo pasó un auto y el ruido le molestó. Dio vuelta la cabeza como diciendo "ni morirse tranquilo uno puede". Empezó a cerrar los ojos y yo dije ya está. Se muere. Pensé en filmarlo. Filmar una muerte no es algo que ocurre todos los días.

No. Se estiró un poco y se subió al cordón de la vereda. De ahí, empezó a trepar por la reja de la vecina de enfrente a la que conozco. Se resbaló un poco, pero consiguió subir. Era chiquito, debía ser un niño mono. 

Me miró por última vez y se subió a un árbol y chau.

Ahí justo me llamó Ildete, que nunca me llama. Pensé que había pasado una desgracia, pero no. Falsa alarma. Se le debe haber disparado el teléfono. 

Cuando respondí, no me contestó.

Le mandé un mensaje preguntando si estaba todo bien y todavía no me respondió. 

Bueno, che, ese fue mi reportereso de la mañana del domingo. Ahora me veo un capítulo de The Mentalist, como unas lentejas que estoy descongelando y me duermo una siesta.

Mañana será otro día. 

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