Libres como el viento
Yo estaba jugando al ajedrez contra la computadora. Había elegido un adversario de nivel intermedio-bajo al que por lo general le gano sin mayores complicaciones. Necesitaba una dosis de triunfo, pero no tanto como para no preguntarle de qué conceptos estábamos hablando y permitirle así que iniciara su discurso con la ilusión de que alguien lo estaba escuchando.
—¿Qué conceptos?—, pregunté.
—Conceptos que damos por sentados y sobre los cuales construimos nuestra interpretación de la realidad como si fuera un rascacielos sin darnos cuenta de que es apenas un castillo de arena. Fíjese en esto: "para entender lo que está pasando", supone, por lo menos que "algo está pasando". Eso es algo que a nadie se le ocurre discutir. Llamémoslo existencia, día a día, Dios, o como usted quiera. Cualquier persona más o menos atenta acepta que, aunque no sepa bien de qué se trata, algo está pasando. Puede ser la consciencia del paso del tiempo, de cómo cambian las cosas, por lo menos en apariencia, pero uno está convencido de que algo pasa. Y, siguiendo en la misma línea, uno da por supuesto que es posible entender lo que pasa. Yendo todavía más lejos, uno da por supuesto que es una entidad separada de lo que pasa y que puede observar todo como si fuera un científico mirando una muestra de algo en un microscopio... Aunque usted sabrá que la física cuántica insiste en que la presencia del observador modifica el resultado de la observación...
—Bueno, mucho de física cuántica no sé, pero eso lo había oído —, dije para animarlo.
—Aclarar algunos conceptos... me Río de Janeiro... ¿Qué es un concepto? ¿Quién puede aclararlo? ¿Cuándo fue oscuro? ¿Qué son la luz y la oscuridad sino dos caras de una misma moneda, como River y Boca, o esos detergentes que venden en el supermercado, que vienen en distintas presentaciones y precios, pero son todos de la misma empresa? ¿Entiende lo que le digo?—Si le dijera que sí, imagino que estaría dando cosas por sentadas y que usted me tomaría como ejemplo para seguir profundizando en su teoría, así que por respeto a mi mismo, que estoy a tres movimientos de vencer a este robot, le digo que no.
—La cobardía y la irresponsabilidad no precisan ser aclaradas. Han encontrado en su gesto una definición para los libros de historia, para mandar al espacio. Pedro negando a Jesús es un poroto al lado suyo...
—Bueno, espere un poco, me parece que se le está yendo la mano... yo hice un comentario nomás, para poder terminar el partido en paz...
—¿Qué partido? ¿Adónde está su enemigo? ¿Contra quién juega? ¿Qué rey defiende? ¿Por qué cree que tiene que defenderlo?
—Maestro... ¿usted no estará volviendo a la edad de los por qué, no?
—Querido mio... por un lado, nunca la dejé... y por otro, ay, estoy convencido de que nunca la conocí... aunque si lo pienso un poco, o dejo de pensar, que no es lo mismo, pero para los fines prácticos a veces produce resultados parecidos, llego a la conclusión inevitable de que la edad y los por qué son conceptos que necesitan ser revisitados si queremos acceder al cabaret con la inocencia que ese templo merece.
—¿Está pensando en ir al cabaret?
—Bueno... entre pasar la tarde viéndolo luchar contra un programa de computadora o ir a conversar con Paula y Patricia, me parece que mi vocación no está tan equivocada...
—¿Y esos conceptos le parece que no necesitan ser aclarados?
—Mire, a esta altura del partido no sé si necesitan ser aclarados, pero en la medida en que me animo a creer en algo me parece que es una propuesta por lo menos más entretenida y seguramente más humana y participativa.
—Ahí está... jaque mate... vamos..
—¿Libres como el viento?
—¿Viento?¿Libertad?
—Vamos... no sea tan duro conmigo...
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