Ola

Hola, ola. ¿Cómo estás? 

¿Estás en la cresta, enraizada en el océano, en el infinito, o extendiéndote y estirándote como un contorsionista? 

¿Estás más allá del bien y del mal? ¿Con la cabeza en otra parte, o aquí y ahora, alerta, en paz, mordiéndote las uñas? 

¿Quién eres? 

¿Eres?

Bueno, basta de preguntas. Es tres de enero de 2023. Cómo vuela el tiempo. Como un planeta, como un pájaro embalsamado en una galaxia joven.

Con esto no quiero decir que las galaxias viejas no vuelen ni se desplacen hasta desintegrarse y empezar a formar parte de otras cosas —siempre y cuando uno vea el universo como un fenómeno que tiene partes que pueden separarse unas de las otras, claro—, sino que pasa rápido, o que por lo menos a mi me parece que pasa rápido —siempre y cuando vos también aceptes que existe algo que yo puedo llamar yo y algo que vos podés también llamar yo, pero refiriéndote a vos—.

Hace unos quince minutos me hice un té con hojas secas de la planta de melisa que crece en mi pequeño jardín. Le acabo de dar el primer sorbo. Lo hice en una tetera que está como adorno en la casa en donde vivo. Jamás antes se me había ocurrido usarla para hacer té. Fijate vos cómo puede uno desaprovechar oportunidades o estar ciego a lo que tiene frente a sus propios ojos. 

Es muy útil. Yo siempre hacía el té en una taza y después lo colaba. A partir de ahora, si sigo haciendo té, voy a usar la tetera. Es muy práctica y me da la impresión de que soy un maestro zen disfrutando de cada respiración.

Traigo a colación el tema de la ola porque cuanto más lo pienso más me parece que es así. Uno es como una ola. Viene del océano y vuelve al océano. Mientras uno está ahí arriba, soltando espuma por la cresta y moviéndose con la gracia de un antílope o una bailarina clásica, si le sacan una foto —que nuestro caso puede durar aproximadamente 80 años—, uno se ve y dice "soy una ola y tengo una existencia propia. No sé lo que es el océano y no lo reconozco ni como origen ni como destino. En mi interior tengo peces y plancton, puedo alegrarle la vida a los surfers o hacer que los barcos se tambaleen. Es verdad que a veces siento un poco de miedo, miedo a la muerte, pero me consuelo pensando que esta mi existencia es lo suficientemente mágica y misteriosa como para ser cosa de una vez, y me digo que voy a reenaguar (reencarnación de una ola) y voy a volver a encontrarme con los delfines y las gaviotas."

De repente PLAF, claro, y lo que parecía una ola, o lo que fue una ola propiamente dicha —siempre y cuando uno la interprete como un fenómeno independiente del océano o el infinito—, desaparece.

Viéndolo con ojos humanos, nos parece ridículo que a una ola se le ocurra reenaguar.  Viéndolo con ojos angélicos —si es que los ángeles existen y tienen ojos—, debe ser ridículo que a nosotros nos interese el tema o creamos en que es posible reencarnar. 

¿Para qué querría la existencia que este yo que creo que soy se perpetúe? ¿Soy más que el océano del que provengo? ¿Lo hice más grande o mejor por haber existido? ¿Qué sentido tendría guardarme en un museo junto a mis ancestros? ¿No sería más divertido seguir creando olas?

Nota: tengo que considerar con gran atención mi propia ignorancia. Tal vez el museo en donde seguimos creciendo y desarrollándonos junto a nuestros ancestros es divertidísimo y ahí ya no hay caries y a nadie le falta nada.

Claro, si uno lo piensa un poco, la situación es triste. No la de que no tiene sentido que nosotros vayamos a reencarnar, sino la del infinito mismo. Por más olas que cree, y nuevos pájaros, y nuevas galaxias y modelos húngaras, y seres con seis cabezas, siempre es el mismo infinito cambiando de forma. 

Desde su punto de vista infinito, si es que lo tiene, el universo vendría a ser apenas una ilusión comparable a la que sufre la ola cuando se cree independiente del océano.

Nota 2: la pregunta inquietante del día es de dónde viene el infinito!

Yo sé que es autocompasión, pero me da lástima el infinito. Qué soledad. Tener que extenderse infinitamente, tomar tantas formas, para tratar de engañarse a si mismo y creer que está con alguien más... pero darse cuenta que no hay caso, que es el UNO, deguán anonli.

Debe ser por eso que algunos espiritualistas —siempre y cuando uno crea que existen—, insisten en que la única manera de encontrarse a uno mismo es perderse a uno mismo.

Este té está muy rico, esta respiración, esta música...

Aunque nombré a las modelos húngaras, en este momento tengo la sensación de que todo está bien así como está.

Tal vez sea la resignación, esa del zorro que no alcanza las uvas y se dice que están verdes, que no deben ser muy dulces, tal vez sea la vejez llegando con la constancia de la cuenta del teléfono, tal vez el cansancio, el asunto es que me siento bien y no le voy a dar muchas vueltas.

Hoy soy Dios y me la banco. 




 

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