Rescatistas sonoros

Creo que lo mejor es aceptarlo y perdonarme por haber caído en la trampa, por haber cometido un error de principiante. 

Sé que esto le pasa a la mayoría de las personas que por alguna u otra razón se dedican más o menos profesionalmente a alguna actividad creativa, y sé que uno tiene que tomar el toro por las astas y hacer lo que tiene que hacer sin pensarlo dos veces, pero aunque lo sé bien sabido no actué de acuerdo a lo que sé sino a lo que me pareció más cómodo en el momento. Mis defectos me vencieron como si fuera la primera vez.  Me engañé a mismo diciéndome "me voy a acordar, escribo el título y el resto va a venir solo". 
Error de principiante.

Rescatistas sonoros. ¿Qué es eso?

El asunto es que me levanté a eso de las tres de la mañana con una idea bastante clara. En el sueño me pareció haberme encontrado con alguien que era un rescatista sonoro, alguien que venía a darme un mensaje que para mi era (o tal vez todavía sea) fundamental, o por lo menos muy importante.

En ese estado de duermevela, me pareció raro que me pareciera tan natural verlo como un rescatista sonoro, pero no tan raro como para saltar de la cama. A las tres de la mañana no sabía lo que era un rescatista sonoro, pero de alguna manera entendía su función perfectamente y me parecía lo más lógico del mundo que me estuviera diciendo lo que me decía. Ahora, a las cuatro de la tarde, no sólo que no sé qué es, ni lo que hacía en mi sueño, sino que ni me acuerdo de lo que hablamos.

Me acuerdo de que con los ojos cerrados empecé a pensar en algunas cosas esenciales de ese encuentro que deberían estar presentes en este escrito y que ya estoy casi seguro de que es muy probable que no estén. Tal vez eran pavadas, y las veía hoy y me preguntaba para qué me levanté a las tres de la mañana, pero eso no lo voy a saber. Cometí el error de principiante de pensar que pasadas 12 horas todavía me iba a acordar de lo que en ese momento me parecía tan evidente.

Me dio fiaca levantarme y prender la computadora. Me pareció que no era para tanto, que era bueno, pero no tanto como para levantarme. Y, para peor, en su momento me acordé que en esos casos lo que uno tiene que hacer es asumir su deber sagrado con la palabra celeste, levantarse y recibir el dictado aunque uno esté cansado, aunque el contenido le parezca en el momento intrascendente. 

Ese no es el momento ni para jugzar, ni para corregir. Es el momento para recibir.

A mi querido socorrista sonoro, le pido disculpas por mi insolencia y le ruego que aparezca de nuevo. Claro, si pudiera aparecer ahora, o en un horario más tranquilo, mejor. Aunque yo sé que no funciona así, que aparece cuando le parece mejor y tal vez cuando puede. 

Lo único que uno tiene que hacer es dejar de lado lo que está haciendo, que en general es dormir, vencer cualquier inercia, y ponerse a escribir. 

Yo lo sabía... soy doblemente culpable.

De todas formas, estoy en una época de mucho perdón, tanto para mi mismo como para los demás y no me voy a castigar demasiado. 

En esta época estoy perdonando mucho, principalmente a mi mismo, pero con los demás también ando bastante bien. Pienso que se van a morir, igual que yo, y cualquier boludez que hagan en vez de darme apenas bronca me da también un poco de pena y perdono como un dios benévolo que no tiene nada mejor que hacer.

Lo que pienso ahora de estos rescatistas sonoros es que son presencias, que vienen del inconsciente, o de vaya uno a saber adónde, y nos traen mensajes útiles. No me preguntes porqué no nos dan los mensajes en pleno día de una forma categórica y clara porque no lo sé. 

Sería encantador, pero por lo menos en mi caso no funciona así. 

Si bien es cierto que hay un señor de 50 años que se autopercibe como una niñita de 5 y consiguió que lo adopte una familia, la mayoría de las veces eso no pasa y cuando un señor de 50 dice que se autopercibe como una niñita lo internan en una institución psiquiátrica. 

A mi me gusta pensar que los mensajes que traen los rescatistas nos benefician. Sería un desastre si además de traer sus mensajes codificados en confusas fantasías oníricas, esos mensajes nos fueran también perjudiciales. 

O sea, uno fuera al psicólogo, o a una bruja del barrio, para tratar de acordarse de lo que recibió y cuando finalmente consigue acordarse resulta que la vida de uno se vuelve mucho más insoportable. 

Qué feo.

En ese aspecto, no sé si soy demasiado inocente o si soy un optimista incorregible. A mi me gusta pensar que de alguna manera el universo está a favor de si mismo y sus criaturas. Claro, por más a favor que esté, en algún momento las recicla, pero hoy no se trata de eso sino de los mensajes de los rescatistas sonoros. 

Vamos, me encanta la idea de que un poder desconocido y amoroso nos entregue un mensaje fantástico en medio de la noche y que a partir de las ideas contenidas en ese mensaje podamos ver con claridad qué caminos son los que más nos convienen y cómo recorrerlos con seguridad.

Yo sé que es un poco como querer ganar el Quini 6, pero me gusta pensar así, me alegra un poco más que pensar que nunca le voy a encontrar la vuelta a mis problemáticas y que las únicas personas que podrían ayudarme, en caso de que sintieran la inclinación a hacerlo, están tan o más perdidas que yo.

No sé si viste la película The Ramen Girl. A mi me gusta mucho. 

A los rescatistas yo los veo como maestros de Ramen. Parece que el Ramen es una sopa que hacen en Japón, pero los que la cocinan son artistas, maestros de la cocina y la vida. Son como sacerdotes. 

En la película, se ve que el cocinero, o maestro de Ramen, semblantea al cliente y le prepara la sopa justa, la que el cliente necesita para equilibrar su energía. Si está muy triste, la sopa le da esperanzas. Si está muy excitado, lo calma.

Bueno, creo que esto es lo mejor que puedo hacer por hoy. Para la próxima, espero tener la fuerza necesaria para cumplir con mi deber sagrado, y levantarme a teclear. Espero poder así ser tu rescatista gráfico, aportar mi pequeño grano de arena para que este sea un universo super star, uno del que todos nos sintamos felices y orgullosos por habitar. 

Y que podamos vencer a la miseria, aunque sea por penales.









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