El signo de los tiempos

A primera vista, la característica más notable de este tiempo es que casi todas las personas que conocemos tienen un teléfono celular, o, como lo llaman los norteamericanos, un teléfono inteligente. 

Según la Real Academia Española, la inteligencia es la capacidad de entender y resolver problemas, y la inteligencia artificial es la disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico.

Yo tengo un teléfono, pero a pesar de qué sepa que lugares visité o qué cosas me interesan, y que me muestre publicidades orientadas a facilitarme el comprarlas, en caso que tenga los recursos financieros necesarios, no creo que sea muy inteligente. Puede acceder mucho más rápido que yo a bases de datos, y compararlos y ordenarlos más rápido que yo, sí, pero no creo que eso demuestre que tenga capacidad para entender qué es lo que esos datos precisos significan.

Una característica de estos tiempos que se desprende de la del hecho de que casi todos tienen un celular, es que todos los propietarios están más o menos frustrados porque por primera vez en la historia pueden ver en tiempo real lo que están haciendo en ese mismo momento tanto sus amigos como las estrellas del cine y el deporte en otras partes del mundo.

Mirá a Patricia, tomando sol en Cancún y yo acá, encerrado en una oficina. ¿Y Brad Pitt? Paseando en un shopping con su nueva novia, mientras yo tengo que vestirme para tratar de impresionar a una señora que conocí en Tinder y se desayuna con un cóctel de barbitúricos. Lo que vale contratar a Messi, lo que vale una obra social, lo que valdría el tiempo que uno pierde mirando la vida de los otros si es que hubiera alguien que pudiera comprarlo.

Las desigualdades sociales no son un signo de estos tiempos: son algo que siempre hubo. Las miserias y violencias cotidianas tampoco son novedad. Lo nuevo es la inteligencia artificial y todo lo que implica, principalmente con respecto a esta cosa intocable e indiscutible que tanto nos llena de orgullo y es nuestra propia humanidad. 

Las máquinas ahora escriben. Alimentadas con todos los guiones de las películas y obras de teatro existentes, a fuerza de promedios y análisis ya están creando los suyos propios. Escuchando a un actor en dos o tres películas, le pueden copiar el tono de voz. Pronto van a poder reducir a algoritmos los gestos que se corresponden con las diversas emociones y van a saber exactamente cuándo y cómo aplicarlos. Por ejemplo, ¿cuál fue la reacción más emotiva y más socialmente convincente ante la muerte de un pariente? La frente se arrugó así, se puso una mano en la cara, curvó la espalda, etc. La máquina lo copia todo, hasta unas lágrimas, con algún grito de vez en cuándo del tipo "no puede ser... era tan joven" o algo por el estilo. 

Los profesores digitales van a uniformizar la educación, que va a ser siempre de la más alta calidad disponible, ya que esos profesores, a menos que haya un apagón generalizado, van a ser invulnerables ante las emociones y los problemas que tan comunes son entre los humanos. No van a llegar tarde, no van a pedir aumento de sueldo y, con un poco de tiempo en la evolución de la tecnología, van a ser capaces de responder las preguntas de sus alumnos con mucha más eficacia que sus pares humanos.

En definitiva, ¿qué preguntas que nunca se hayan hecho antes se hacen en una escuela? ¿Qué palabras de amor que no se hayan repetido ya millones de veces se van a decir en los próximos años? ¿Qué vemos cuando vemos un paisaje? ¿No podrán las máquinas replicar en nuestro cerebro tanto esas como otras impresiones? 

Si el mundo digital puede ofrecernos ser un día Messi, otro Margot Robbie y otro el presidente de China o un astronauta, ¿por qué conformarnos con nuestras pequeñas alegrías? ¿Son acaso nuestras percepciones más reales que aquellas que pueden generar en nuestro cerebro los impulsos eléctricos ordenados por computadora? Llegado el momento, ¿cómo vamos a poder diferenciar las impresiones que vienen de un lado de las que vienen de otro?

¿Qué te hace pensar que yo soy un señor que se divierte ordenando palabras? 

¿Cómo podés estar tan segura o seguro de que lo que llamás tu realidad es tan real como parece?

A meditar, chicos, que se nos acaba la batería. 







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