El poder del ahora

En teoría, no hay diferencia entre la teoría y la práctica. En la práctica, sí. 

Naturalmente, así como tantas veces antes, se presentan este año ante mis sentidos, como salidas por arte de magia de un menú de locuras alla bolognese, todo tipo de posibilidades más o menos sensatas.   

A algunas les digo que sí, un poco por inercia y otro poco para que no me crezcan plantas sin que me de cuenta debajo del banquito de meditación. 

"Hay que salir del agujero interior", dirían los muchachos de Virus.

Yo no estoy seguro de si hay que salir o no. 

La verdad es que no estoy seguro de nada, pero me puse un disco de Keith Jarret con Charlie Haden y estoy volando en una dimensión paralela en donde las certezas no se miden en función de otras cosas. Son y punto. Estoy en un aquí y ahora en el que nada me interesa más que este tecleo insensato y el swing de estos muchachos que es para celebrar la vida y el amor como si no hubiera un mañana.

Antes de entrar a este paraíso sonoro y literario, hice una meditación dinámica de Osho. La Kundalini.

La estoy haciendo todos los días. Hace unos años la hacía porque quería alcanzar la iluminación. Ahora la hago porque me ayuda a descansar de mi mismo. Es un viaje que me permito en calzoncillos sin necesidad de tener que salir de mi casa.

Como de costumbre, sigo leyendo. Pero en este aspecto también entré en una línea nueva. Tal vez sean los años. Ahora leo los libros por lo menos dos veces seguidas, y en vez de terminarlos en una semana, los voy degustando como quien degusta un vino o algo que le gusta y quiere disfrutar al máximo posible. Antes quería leerlo todo y saber de qué se trataba. Ahora enfrento cada frase como un explorador en una selva desconocida. Y cuando me encuentro con una perla, paro. Paro. Tomo papel y lápiz, o copio y pego en un archivo especial que tengo dedicado a las frases célebres de mis lecturas eléctricas, y observo cada palabra y el conjunto como si fuera un pintor que está analizando su obra o un empleado de comercio que está soñando con recorrer el mundo.

Leyendo El Poder del Ahora, de Eckhart Tolle, encontré esta, a ver qué te parece:

Todos los deseos son expresiones de la mente que busca la salvación o la realización en las cosas externas y en el futuro como sustituto de la alegría de SER.


Por un lado, creo que si leo esta frase cincuenta o cien veces más, me voy a iluminar sin darme cuenta, me voy a incendiar, me voy a desprender de las cáscaras del pasado como víbora que cambia de piel u oruga que se transforma en mariposa.

Nota: hay algo en estas últimas analogías que no me gusta mucho, me parecen imperfectas para la ocasión, pero como estoy muy permisivo y no quiero que mis antiguos patrones de conducta me obliguen a decidir entre lo perfecto y lo que no lo es, las dejo marinando, para que se oreen y cambien de colores según la ocasión, como el camaleón, mamá, el camaleón, cambia de colores según la ocasión.

Bueno, otra cosa que no te conté, obvio, porque hace más de veinte años que no te veo, es que surgió la posibilidad de ir a Italia para participar del Congreso Mundial de Esperanto. Ni lerdo ni perezoso, o lerdo y perezoso, pero venciendo mi lerditud y mi perezosés, dije que sí, y no sólo que dije que sí, sino que me puse a estudiar italiano como un loco, no sé por qué, porque en teoría voy a estar en Italia apenas diez días y muchos de esos días voy a estar en el Congreso de Esperanto, pero algo intuitivo me dijo "dale, Alex, no seas careta, estudiá como un loco" y yo le respondí "Sí, claro".

Ahí mismo me piratié un curso fantástico de una empresa muy respetable y graciadió encontré en iutú un muchacho que enseña el italiano con el método natural y viene desarrollando su trabajo hace diez años. En ese aspecto, estoy contento como perro con dos colas. Además, como como dice mi hermano "cuando como pastillas, como pastillas", estoy viendo cine italiano hasta cansarme.

En ese aspecto, quiero señalar al actor Roberto Benigni. Brillante. 

También en esas búsquedas, en las que una puerta lleva a otra y dale que va, encontré la película Pinocchio, con Roberto Benigni. Qué maravilla. Ahí mismo, y siempre siguiendo mi nuevo método de lectura, empecé con el original de Carlo Collodi. Gracias, muchachos. 

Creo que como tantos niños occidentales, cuando era chico vi Pinocchio. Hay que volver a verla. No es sólo para chicos. Parece que Carlo Collodi era masón. Y hay quien dice que Walt Disney, cuya segunda producción fué ni más ni menos que Pinocchio, también. Estos muchachos han puesto mucho simbolismo en esta historia tan simpática.

Después, medio entusiasmado, vi la Pinocchio de Guillermo del Toro. Me parece que está bien, pero es otra cosa. No tiene el fuego sagrado de la de Benigni. Ni hablar del libro de Collodi. 

Bueno, creo que por hoy ya hablamos bastante. Voy a bailar un poco con esta música fantástica, voy a cenar y me voy a ver una buena peli italiana.

Mañana será otro día.

O no. ¿Yo qué sé?







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