La película que podría haber ganado el Oscar
Salgo de un hotel. Estoy yendo para mi casa.
La verdad es que estoy soñando, y es por eso que no me parece extraño no tener equipaje ni todo lo que va a pasar a partir de ahora.
Camino unos metros y me doy cuenta de que es de noche, que son tipo las 3 de la mañana. Me pregunto adónde voy a encontrar un colectivo a esa hora y pienso en volver al hotel.
Empiezo a caminar y se me juntan dos muchachos con apariencia medio peligrosa. En un momento me preguntan si esa es la puerta, y yo no sé si decirles que sí, porque tal vez es el hotel y se van a dar cuenta de que soy un turista y van a querer robarme, o que no y exponerme a una eventual violencia porque me consideren un mentiroso, pero veo que es una especie de discoteca y les digo que sí.
Seguimos caminando y llegamos a una carnicería. Uno de los muchachos saca un cuchillo y me muestra como se corta un pedazo de carne. Se ve que sabe. El carnicero ni aparece.
De ahí, me teletransporto en las alas del sueño al momento anterior, donde quería volver a mi casa. Me parece que tengo que tomar el 59 porque vivo en la calle Suipacha al 400, pero me doy cuenta de que no estoy en Buenos Aires y que yo había visto apenas en un mapa la dirección de mi casa y me había parecido que el lugar se parecía a la calle Suipacha. No me preguntes cómo, es un sueño.
El asunto es que me doy cuenta de que la única manera de volver va a ser tomar el colectivo en la otra dirección y cuando llegue a un punto que me parece que conozco volver a tomar otro para bajarme cuando reconozca el lugar en donde está mi casa.
Medio que me incomoda el hecho de no saber ni en qué ciudad estoy ni dónde es mi casa, pero estoy en un sueño y es un sueño profundo, tipo Inception, como vamos a ver a continuación.
Aparezco en la pieza del hotel que tiene varias camas. Me tocan la puerta. Es un compañero de trabajo que viene con otro muchacho que trae una bicicleta y parece ser un refugiado político.
En el cuarto ya hay una familia con un chico que grita y otra que está comiendo un pollo al horno con papas, bebiendo cerveza, y riéndose a carcajadas. También hay otras personas que están medio indignadas porque el cuarto es un quilombo.
Imaginate yo.
Yo también estoy medio indignado porque estaba yendo a mi casa que no sé ni dónde es y de repente estoy en un cuarto de hotel con un montón de gente que ni conozco ni me gusta.
Acá viene una de las partes más inquietantes, siempre considerando que tal vez es más inquietante haberme despertado y no saber nada de nada, a pesar de que también es cierto que eso me preocupa cada vez menos porque estoy mucho en el asunto del Ho'oponopono y El Poder del Ahora.
No sé si en el cuarto de hotel o en un reloj de péndulo que acompañó a mi familia durante muchos años y fue vendido inmediatamente en cuanto murieron mis padres, pero en algún lugar medio extraño empiezo a ver una película excelente. Es una película que tiene una intriga muy intrigante y en donde se mezclan los tiempos. Hasta ahí parece clásica, lo que llaman un thriller.
Espeluznante, thriller, lo llamaría Michael Jackson.
El asunto es que los personajes son fascinantes y los ritmos cambian con una libertad que el cine comercial por lo general no tiene.
Hay una escena nocturna larguísima en un auto y de repente se ve que hay un incendio forestal de fondo y las chispas van al cielo y nadie lo menciona, y hay otra parte que están en una especie de cabaret y los actores son mejores que en las películas norteamericanas, lo que es mucho decir porque los norteamericanos son especialistas en las escenas de cabaret y sus películas tienen todos los ingredientes que hacen que las personas se fascinen y se olviden por un rato de si mismas.
La película me gusta tanto que pregunto quién la dirigió. Alguien me dice que Eliseo Subiela.
—Ah... con razón...—, digo yo. —Es buenísima—, y sigo viendo y la trama se va desarrollando y veo que tiene todo para ser una gran película.
Lo único que le faltaría sería un romance, pienso, pero tal vez eso sería demasiado, sería como meter un elemento a la fuerza, no porque lo pide la realidad del momento.
La película es una obra de arte, no necesita agregar un romance porque sí, porque es la convención. Es perfecta sin su escena de "te amo como nunca amé a nadie, no sé qué haría sin ti", un eventual distanciamiento, sexo de los protagonistas con otras personas, sintiendo una mezcla de culpa y placer, vuelta al amor, caminar tomados de las manos rumbo al horizonte, etcétera.
Llega un momento en donde hay una escena muy fuerte en donde uno de los protagonistas está buscando a otro que parece que le arruinó la fiesta por alguna razón y entra en un lugar (en donde yo estoy, obvio, porque veo todo un poco como película y otro como espectador, porque estoy soñando como un buda de piedra) de donde sale después de haberle disparado a un chabón y hay una niña que también fue herida en la balacera.
Parece que nadie muere, pero es un momento muy dramático y me despierto.
Ahí me acuerdo de mi mismo y de mis cosas, y me doy cuenta de que estoy en donde vivo hace ya bastante tiempo, y que aparentemente no tengo ni la décima parte de los problemas que vi en el sueño.
Es domingo y tengo todo el día libre para hacer lo que se me cante.
Acto seguido, tal vez por lo que me gusta pensar que es mi mentalidad de entrepreneur, (y acá te ruego me disculpes, pero cada vez que se me ocurre la palabra entrepreneur me encanta escribirla), me doy cuenta de que la película que soñé no era de Eliseo Subiela sino mía y se me ocurre que si pudiera reconstruirla podría escribir el guión, vendérselo a jolivud, hacerme famoso, millonario, etcétera.
Rápidamente me doy cuenta de que no me acuerdo de casi nada y de que reconstruirla sería una tarea digna de un Titán en el Ring o de un Guerrero de Castaneda.
Yo estoy más para cosas tipo Fast Food.
Parece que Miguel Ángel, el escultor, dijo que había visto su David en el mármol y empezó a darle con el punzón y el martillo a todo lo que no era el David hasta que "lo descubrió". Bueno, yo no sé si tengo la paciencia o la capacidad de Miguel Ángel, así que mi acuerdo con el Infinito es más Siglo XXI.
Si querés que escriba una película, le digo al Infinito, dictámela de un modo un poco más claro. Acá lo que tengo es una especie de collage que el único Oscar que puede ganar es el que yo le de por la sensación que tengo de haber visto algo genial.
Muy bien, queridas y queridos, muchas gracias por haber acompañado este momento onírico.
Chauchis.
Pd: Esta foto podría pertenecer a la escena romántica que misteriosamente no fue soñada, pero que hubiera hecho de esta película un éxito de taquilla de proporciones inimaginables. La de la izquierda podría ser la hija del protagonista que durante un piyama party descubre que se siente atraída por su mejor amiga y así como quien se aventura en una selva tropical en pleno día se dedica a explorar el cuerpo de su compañera como si no hubiera más en el mundo. Después, en otra escena, deciden dejar la casa paterna e irse a vivir al Bolsón, en donde fabrican dulces artesanales y entran en el trueque con un leñador al que le satisfacen todas sus fantasías a cambio de algo de comida y algunos trabajos simples de albañilería.
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