Triángulo tanguero
En las calles eléctricas de la Buenos Aires profunda, dos almas opuestas, pero conectadas por lazos tan fuertes como invisibles se encontraron en una encrucijada emocional de la que sólo hubiera podido, en caso de tener ganas, sacarlos El Diablo.
Pablo, un exitoso abogado de negocios, y Lucía, una artista bohemia, habían encontrado un equilibrio inesperado en el fuego de la pasión que era la base de su relación.
Como suele ocurrir en este mundo en donde todo pasa y todo queda, en donde todo se transforma, apareció como surgida de las bambalinas de un teatro cósmico dirigido por un eunuco transumante, una violinista exótica y misteriosa llamada Jade.
Pablo y Lucía habían ido a bailar tango a La Catedral Club. Esa noche de luna llena y viernes lleno de promesas, tocaba una orquesta dirigida por una violinista húngara que por tener un nombre impronunciable para cualquier sudamericano decidió llamarse Jade.
A medida que pasaban los tangos, entre las melodías seductoras y los movimientos apasionados que se mezclaban como en una sinfonía sinestésica, sus ojos se encontraron varias veces con los de Jade, que estaba en el escenario con su violín, emanando una energía magnética y atravesándolos con notas agudas, graves y medias que sacudían todas sus estructuras atómicas inconscientes.
A medida que las notas llenaban el aire, y sus cuerpos, y sus almas, Pablo y Lucía se sentían cada vez más atraídos hacia ella.
Cuando terminó el show, Jade se acercó a ellos con su sonrisa irresistible. Su presencia sería comparable a la de un ángel, si supiéramos cómo se siente la presencia de los ángeles, y su pasión por la música era evidente. Jade invitó a Pablo y Lucía a un concierto de tango que iba a ser improvisado en un bar clandestino de la ciudad.
Atraídos por su aura enigmática, aceptaron sin pensarlo dos veces, tal vez sin siquiera intuir las posibles consecuencias de su decisión, o tal vez intuyéndolas y temiéndolas y deseándolas al mismo tiempo.
Ya en el antro de la perdición que de tan marginal ni nombre tenía, Pablo, Lucía y Jade se encontraron envueltos en una sinfonía de emociones salvajes que los atravesaban haciéndolos estremecerse de placer y anticipación. Las miradas de deseo se cruzaban entre los tres mientras Jade tocaba su violín con maestría y pasión desbordantes.
En ese momento, los límites de la realidad se desdibujaron y se encontraron en un abrir y cerrar de ojos envueltos en un triángulo amoroso inesperado.
La personalidad audaz y apasionada de Jade se entrelazaba con la seriedad y estabilidad de Pablo, creando así un choque de mundos que los atraía magnéticamente. Por otro lado, Lucía se debatía entre la lealtad hacia su relación con Pablo y la irresistible atracción que sentía por Jade. Los tres se encontraron sumergidos en una danza emocional compleja que los aturdía y fascinaba como un trombón que se aliara con una cobra para producir un efecto semejante.
A medida que el tiempo pasaba, Pablo y Lucía luchaban por descifrar sus sentimientos. Mientras Lucía se debatía en una encrucijada entre su amor por Pablo y la pasión desencadenada por Jade, Pablo se enfrentaba a la confusión interna y la necesidad de explorar lo desconocido. La presencia de Jade desafiaba los cimientos de su relación, poniendo a prueba su conexión y su voluntad de seguir adelante juntos.
Jade, consciente de la tormenta emocional que había desatado, ofreció a Pablo y Lucía una elección difícil. Les propuso embarcarse en una aventura fugaz, un viaje por la ciudad que los llevaría a lugares ocultos y experiencias inolvidables. Jade creía que solo al enfrentar sus deseos más profundos podrían descubrir la verdad sobre sí mismos y sus verdaderos corazones.
Enfrentados a una decisión trascendental, Pablo y Lucía se vieron obligados a mirar al fondo de sus almas y preguntarse qué era lo que realmente deseaban. ¿Dejarían atrás la estabilidad y el amor que habían construido juntos en busca de una pasión efímera con Jade? O ¿se aferrarían a su amor y resistirían la tentación que se interponía en su camino?
El tango los envolvía en su melodía sensual mientras los tres se debatían entre la razón y la pasión desenfrenada. El destino les había presentado una encrucijada que pondría a prueba sus límites y los haría enfrentarse a sus propias verdades. Sea cual fuera su elección, el amor y la música se entrelazarían en un baile eterno en las calles de Buenos Aires.
Pablo, un exitoso abogado de negocios, y Lucía, una artista bohemia, habían encontrado un equilibrio inesperado en el fuego de la pasión que era la base de su relación.
Como suele ocurrir en este mundo en donde todo pasa y todo queda, en donde todo se transforma, apareció como surgida de las bambalinas de un teatro cósmico dirigido por un eunuco transumante, una violinista exótica y misteriosa llamada Jade.
Pablo y Lucía habían ido a bailar tango a La Catedral Club. Esa noche de luna llena y viernes lleno de promesas, tocaba una orquesta dirigida por una violinista húngara que por tener un nombre impronunciable para cualquier sudamericano decidió llamarse Jade.
A medida que pasaban los tangos, entre las melodías seductoras y los movimientos apasionados que se mezclaban como en una sinfonía sinestésica, sus ojos se encontraron varias veces con los de Jade, que estaba en el escenario con su violín, emanando una energía magnética y atravesándolos con notas agudas, graves y medias que sacudían todas sus estructuras atómicas inconscientes.
A medida que las notas llenaban el aire, y sus cuerpos, y sus almas, Pablo y Lucía se sentían cada vez más atraídos hacia ella.
Cuando terminó el show, Jade se acercó a ellos con su sonrisa irresistible. Su presencia sería comparable a la de un ángel, si supiéramos cómo se siente la presencia de los ángeles, y su pasión por la música era evidente. Jade invitó a Pablo y Lucía a un concierto de tango que iba a ser improvisado en un bar clandestino de la ciudad.
Atraídos por su aura enigmática, aceptaron sin pensarlo dos veces, tal vez sin siquiera intuir las posibles consecuencias de su decisión, o tal vez intuyéndolas y temiéndolas y deseándolas al mismo tiempo.
Ya en el antro de la perdición que de tan marginal ni nombre tenía, Pablo, Lucía y Jade se encontraron envueltos en una sinfonía de emociones salvajes que los atravesaban haciéndolos estremecerse de placer y anticipación. Las miradas de deseo se cruzaban entre los tres mientras Jade tocaba su violín con maestría y pasión desbordantes.
En ese momento, los límites de la realidad se desdibujaron y se encontraron en un abrir y cerrar de ojos envueltos en un triángulo amoroso inesperado.
La personalidad audaz y apasionada de Jade se entrelazaba con la seriedad y estabilidad de Pablo, creando así un choque de mundos que los atraía magnéticamente. Por otro lado, Lucía se debatía entre la lealtad hacia su relación con Pablo y la irresistible atracción que sentía por Jade. Los tres se encontraron sumergidos en una danza emocional compleja que los aturdía y fascinaba como un trombón que se aliara con una cobra para producir un efecto semejante.
A medida que el tiempo pasaba, Pablo y Lucía luchaban por descifrar sus sentimientos. Mientras Lucía se debatía en una encrucijada entre su amor por Pablo y la pasión desencadenada por Jade, Pablo se enfrentaba a la confusión interna y la necesidad de explorar lo desconocido. La presencia de Jade desafiaba los cimientos de su relación, poniendo a prueba su conexión y su voluntad de seguir adelante juntos.
Jade, consciente de la tormenta emocional que había desatado, ofreció a Pablo y Lucía una elección difícil. Les propuso embarcarse en una aventura fugaz, un viaje por la ciudad que los llevaría a lugares ocultos y experiencias inolvidables. Jade creía que solo al enfrentar sus deseos más profundos podrían descubrir la verdad sobre sí mismos y sus verdaderos corazones.
Enfrentados a una decisión trascendental, Pablo y Lucía se vieron obligados a mirar al fondo de sus almas y preguntarse qué era lo que realmente deseaban. ¿Dejarían atrás la estabilidad y el amor que habían construido juntos en busca de una pasión efímera con Jade? O ¿se aferrarían a su amor y resistirían la tentación que se interponía en su camino?
El tango los envolvía en su melodía sensual mientras los tres se debatían entre la razón y la pasión desenfrenada. El destino les había presentado una encrucijada que pondría a prueba sus límites y los haría enfrentarse a sus propias verdades. Sea cual fuera su elección, el amor y la música se entrelazarían en un baile eterno en las calles de Buenos Aires.
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