Amigos - Juan Salvador Gaviota

Te saludo. Soy tu amigo y mi amor por ti es profundo. No hay nada que pueda darte que ya no tengas; pero hay mucho, mucho, que aunque no pueda dártelo, tú puedes tomar. 

Ningún cielo puede llegar a nosotros a menos que nuestros corazones encuentren descanso en él hoy. ¡Toma el cielo! 

No hay ninguna paz en el futuro que no esté ya oculta en este pequeño instante presente. ¡Toma la paz!

La oscuridad del mundo es solo una sombra. Detrás de ella, pero dentro de nuestro alcance, hay alegría. Hay brillo y gloria en la oscuridad si conseguimos ver, y para ver, solo tenemos que mirar. ¡Te suplico que mires!

La vida es muy generosa, pero nosotros, juzgando sus dones por su apariencia, los despreciamos como feos, pesados o difíciles. Mira más allá de las apariencias y encontrarás un esplendor viviente, tejido de amor, por la sabiduría, con poder.

Dale la bienvenida, agárralo y tocarás la mano del ángel que te lo trae. En todo lo que llamamos prueba, pesar o deber, créeme, está la mano del ángel, con la maravilla de una presencia que nos cubre. Tampoco te conformes con ver las alegrías sólo como alegrías. También en ellas hay ocultos dones divinos.

La vida está tan llena de significado y propósito, tan llena de belleza, que debajo de las apariencias verás que la tierra solo oculta el cielo. ¡Coraje, entonces, para reclamarlo; eso es todo! Pero tú ya tienes coraje, y sabes que somos peregrinos juntos, y que estamos avanzando a través de un país desconocido hacia nuestro hogar.

Así que, en este momento, te saludo. No exactamente como el mundo saluda, sino con profundo respeto y con la oración de que para ti, ahora y siempre, el día amanezca y las sombras huyan.

Richard Bach, Juan Salvador Gaviota

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